martes, 8 de septiembre de 2009

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No soy ni aire, ni tierra, ni fuego, ni agua.


Soy una mezcla de sensaciones

que tiende al aire chispas de color rojo

a la tierra una brisa de verano

al fuego la tranquilidad de una gota

y al agua la fuerza de una marea.


Por todo eso

a ti te pido que escarbes mi tierra

y siembres semillas de palabras,

que me vueles como una cometa

virando de norte a sur cada mañana,

que me incendies los labios

con rescoldos de cigarros a medias,

y que me bañes en agua bendita

echándome una jarra por la cabeza

si hace falta.

Que eres mi balanza.


A mi me pido contar hasta diez,

respirar hondo cada media hora,

suspirar solo lo necesario,

decir todo lo que pienso

o casi todo,

y sacar la fuerza y el valor

para no cambiar todo eso que creo

que no les gusta a los demás

todas esas pequeñas cosas

que me convierten en ríos de silencios.


Cuando a veces no sé quién soy,

si soy aire, tierra, fuego o agua;

ni cómo ni dónde volver a ser

o incluso si he sido alguna vez,

cierro los ojos tan fuerte que quema.

Pero entonces me encuentro entre tus manos

ayudándome a encontrar mis zapatos

perdidos entre heridas de guerra

tan inconfesables como impunes.


No soy ni aire, ni fuego, ni tierra ni agua.

Y no lo seré porque en el fondo

sólo me gusta sentirme

algo etérea e hipnótica,

algo firme y resbaladiza

en la oscuridad de una habitación

que tiene las rendijas contadas

para que entre el sol.