miércoles, 27 de enero de 2010

24

Cerró la puerta muy despacio.

Pensó que, al ser la última vez, si no hacía ruido, ella se sentiría menos sola. Como si fuera a volver a las 4 de la mañana, tropezándose con las cómodas y las sillas, apagando las luces que se dejaban encendidas a propósito.

Como todas las noches, dejó un vaso de agua en la mesilla y besó su frente antes de salir de la habitación de puntillas. Pero esta vez cerró la puerta muy despacio. Tan tan despacio que no sabe si llegó a cerrarla del todo, por si acaso...

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Propósito 2010

Seré


....el rincón


de tus silencios...












Lisboa 2009. Foto Sr. Silencio.
Recopilación 2009.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Luces de Madrid

Me estallan en la cara
las luces de esta ciudad.
De este Madrid que me resulta
tan extraño como frío
tan distante como arisco.
Todas las noches de invierno
día tras día
cuando el sol se apaga
salgo corriendo de mis pasos
(que mis huecos no me persigan,
por favor)
no quiero tener que arrepentirme
una vez más y a posteriori
de las sanguijuelas que escupe mi boca.

Día tras día y
noche tras noche,
recorro baldosas a la carrera,
hablo deprisa,
como sin ganas,
bebo hasta que un diablo azul
me recorre las entrañas.
Sólo cuando anochece
aparece la cara de la luna
que dice envidia tu energía
quiere hacerla suya
perdiendo su credibilidad
cuando al alzar la vista la veo
meciéndose feliz en el cielo.
Y mientras ella vela
por transeúntes de calles desiertas,
esas luces se meten en mi sien
estallando de una en una,
impasibles, sin descanso,
haciéndome desear ser luna.

Mientras tanto, procuro
guardarme una sonrisa
mezclada con zumo de tomate
sal, pimienta y valentía
en el fondo del abrigo.
Lo que nunca aprendo
es que siempre se me acaban
y también olvido
la de repuesto en casa.
A cambio, me salen las ganas y los besos
del tiempo que te robo cada día
mientras me arrepiento del que pierdo
en chorradas y lamentos.

Recorro a zancadas
las luces de Madrid,
día tras día,
noche tras noche,
guardando un pétalo de rosa
para ponerme en la solapa
donde enganchar tus manos
y una sonrisa gastada
para que no se me olvide que mañana
recorreré luces y baldosas
amarillas, rojas, azules,
o del color que tu quieras pintarlas
de acuerdo a mis caprichos
con un abrigo nuevo
y las mismas zancadas.

viernes, 27 de noviembre de 2009

+ tu

Me has enseñado que tengo derecho
a enfadarme una vez por semana.
O dos si son pequeñas.

A decir lo que pienso
lo que siento
sin miedo a cómo ni por qué.

A saber que nadie es mejor que nadie
pero que todos, siempre, podemos mejorar.

A descubrir que no sólo me pasa a mí.
Hay cosas normales,
también aberraciones
que aunque no me lo crea
se han podido superar.

Que no tener las cosas claras no es malo,
habrá tiempo para todo,
y comprender que los trabajos, los amigos
vienen y se van,
que es tan normal
como que tus dedos reposen en mi pelo.

Me enseñaste la mirada,
la sonrisa
me la dibujaste en el espejo
obligándome a observarla
para que no se pierda.

La forma, el trato.
Las caricias. Besos.
A ser yo entera y orgullosa
y verme desde fuera.

He podido volar en sueños, subir rampas,
bajar escalones, tomar decisiones,
escribir y leer
escuchar y mirar...
recordarte cuando no estás.
Ver.

Que esto es cosa de dos,
para todo, y
saber que me puedo apoyar en ti
siempre que quiera.
Que te puedo morder las manos
cuando se me acabe el fuelle
y el invierno se me eche encima
pero siempre
y sólamente
para coger impulso.

martes, 13 de octubre de 2009

otoño

Se me coló el frío por lo pies
esta mañana
al despertarse las sábanas.

Llegó hasta las caderas,
pasando por las rodillas
con el sol de mediodía.

Luego siguió por la espalda
como un escalofrío,
un dedo en mi espalda.

Y, al llegar la tarde
se me enfrió el pecho
desnudo de marañas.

Por la noche,
se me hincharon los ojos
de llorar historias...

Y así
seguimos...
Hasta mañana.

martes, 8 de septiembre de 2009

*

No soy ni aire, ni tierra, ni fuego, ni agua.


Soy una mezcla de sensaciones

que tiende al aire chispas de color rojo

a la tierra una brisa de verano

al fuego la tranquilidad de una gota

y al agua la fuerza de una marea.


Por todo eso

a ti te pido que escarbes mi tierra

y siembres semillas de palabras,

que me vueles como una cometa

virando de norte a sur cada mañana,

que me incendies los labios

con rescoldos de cigarros a medias,

y que me bañes en agua bendita

echándome una jarra por la cabeza

si hace falta.

Que eres mi balanza.


A mi me pido contar hasta diez,

respirar hondo cada media hora,

suspirar solo lo necesario,

decir todo lo que pienso

o casi todo,

y sacar la fuerza y el valor

para no cambiar todo eso que creo

que no les gusta a los demás

todas esas pequeñas cosas

que me convierten en ríos de silencios.


Cuando a veces no sé quién soy,

si soy aire, tierra, fuego o agua;

ni cómo ni dónde volver a ser

o incluso si he sido alguna vez,

cierro los ojos tan fuerte que quema.

Pero entonces me encuentro entre tus manos

ayudándome a encontrar mis zapatos

perdidos entre heridas de guerra

tan inconfesables como impunes.


No soy ni aire, ni fuego, ni tierra ni agua.

Y no lo seré porque en el fondo

sólo me gusta sentirme

algo etérea e hipnótica,

algo firme y resbaladiza

en la oscuridad de una habitación

que tiene las rendijas contadas

para que entre el sol.

martes, 18 de agosto de 2009

Mi aguja

Ella lo siente.
Siente esa aguja chiquitita,
invisible para los demás
clavada en sus entrañas
cuando se deja abrazar,
cuando el despertador se duerme.
Y sonríe.

A él le gusta observar
cómo se ondula su cuerpo
mientras se despereza.
Sus andares
al salir de la habitación
repleta de sueño
y de rutina,
hoy igual que ayer…
mañana igual que hoy…
Pero no le importa,
porque sabe que puede
descifrar las preguntas
y todas sus respuestas
pasando un dedo por su cuello
o paseando por su espalda.
Y los dos podrán entonces
soñar que no hay nada mejor
saber que no lo habrá
querer perderse.

Se encienden las razones
cada mañana
con cerillas de café bombón
y a las doce soplan las velas
para no incendiar cada paso
que el día es largo
y queda mucho por hacer.
Pero eso nunca impide
soñar que no hay nada mejor
saber que no lo habrá
querer perderse.

Ella sale corriendo de sí misma
día sí, día no,
sin hacer daño a nadie
quietecita y en silencio
mirándole a los ojos
cambiando besos por sueños
que le permitan no pensar,
sólo sentir.
Mientras, él se bebe el café
sorbito a sorbito
saboreando el olor a piel mojada
que ha dejado en los pliegues de su cuerpo.

Y es en ese momento,
sólo una décima de segundo
cuando él también siente
esa aguja chiquitita e invisible.
Y sonríe,
preparado para empezar un día más
sabiendo
que no será como los demás.