domingo, 31 de julio de 2011

La sensibilidad, elegancia y sencillez de Antonio López en el Thyssen

Cuando entras en el Thyssen un sábado por la tarde (aunque medio Madrid esté de vacaciones) te encuentras con gente por todas partes y te preguntas ¿Por qué?. Pero merece la pena. Las salas que albergan la exposición temporal de Antonio López están abarrotadas de gente, pocos turistas y mucho español. Producto nacional.

El recorrido de la exposición hace que te termine gustando inevitablemente la obra de este artista español nacido en Tomelloso. Y digo inevitablemente porque están hechas con un cuidado y una elegancia de la que pocos pueden presumir.

Personalmente, sólo conocía la parte de paisajes de Madrid, sobre todo desde que el año pasado saltara como noticia que Antonio López se situó en plena Plaza de Sol (y en agosto), para pintar un paisaje de esta zona de la ciudad. Desde entonces pensaba que bien, paisajes muy realistas y muy conseguidos pero poco más. Ésta exposición hace un recorrido por su obra, desde los retratos de su familia, pasando por una serie (que él nunca pretendió que fuera una serie) de la Gran Vía, hasta bodegones. Incluida escultura. Gracias a ella me he dado cuenta de que hay mucho más por ver.

Gran Vía, 1974-1981. Óleo sobre tabla. Colección privada. (Parte de una serie de pinturas de la Gran Vía que retomará años después)

El realismo no está reñido con el sentimiento, y sobre todo, con la paciencia y perfección que consigue en sus obras. El que pasa por la exposición se mueve entre paisajes realistas, dibujo, y esculturas y desnudos tan elegantes como conseguidos. Él nunca considera una obra acabada, siempre está en proceso, por eso, en algún caso, después de haberlas expuesto las retoca y consigue un acabado todavía mejor si se puede. Por ello, sus obras están vivas durante años hasta que las da por terminadas. Los retratos de su hija, alguno con técnica dibujo a lápiz, son estáticos, mirada fija en el espectador, y no te deja indiferente. Por eso, el realismo y la técnica no están reñidas, en Antonio López, con el sentimiento.

María, 1972. Lápiz sobre papel adherido a tabla.Colección María López.

Merece la pena conocerlo, pararse en sus obras y examinarlas. Examinar el color, la composición, cómo va ampliando los soportes según va a haciendo falta porque la misma obra se lo pide. Merece la pena el documental que se proyecta casi al final de la exposición, donde el propio Antonio cuenta cómo es su proceso creativo y cómo llegan sus obras a ser lo que son. Ha llegado a lo que es después de muchos años, y el merecido reconocimiento viene, entre otras muchas cosas, a mi parecer, de su sencillez como persona. Y, dicho sea de paso, da gusto oírle hablar.

Hombre y mujer, 1968-1994. Madera policromadaMuseo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.


Parece que tiene creatividad y ganas para rato. Esperemos poder seguir disfrutando de sus obras y de exposiciones como ésta: de su sensibilidad, elegancia y sencillez.

martes, 26 de julio de 2011

Dos viajes muy difíciles de olvidar

Después de más de un mes fuera vuelvo para contaros mis peripecias. Resumidas, claro, no puedo contar todo lo que he visto y oído en 12 días en Honduras y 17 en Bolivia porque nos volveríamos locos. Pero puedo intentar que os hagáis una idea.

Honduras.

15 de junio. 35 grados centígrados y 85% de humedad relativa. Según salgo del aeropuerto empiezo a sudar y se me pega la ropa al cuerpo. Llueve, pero no importa porque el cansancio nos puede.

Primero visitamos Morazán y el Hogar Materno en el cual las mujeres que viven en zonas rurales muy alejadas descansan los días antes de dar a luz. Tuvimos la suerte de entrevistar a las chicas que allí se alojaban (eran todas chicas jóvenes, la más mayor de 23 años, que iba a dar a luz a su segundo hijo) y que nos contaran sus experiencias, inquietudes y que les gustaría seguir estudiando donde lo dejaron.

Entrevista a una de las beneficiarias del hogar materno infantil

También visitamos la Bahía de Tela y a las comunidades garífunas de Tornabé, San Juan, Miami y Triunfo de la Cruz. Descubrimos este pedacito de África bañado por el caluroso mar Caribe, sus playas vírgenes, su gente -tan abierta y alegre-, sus costumbres, comimos machuca con sopa de pescado y entrevistamos a jóvenes, doctores y las responsables del centro Natalie Johnsson de afectados e infectados por el virus VIH/Sida. Alegres, ante todo alegres. Los niños sonríen la situación que les ha tocado vivir. Todo de la mano de ENMUNEH (Enlace de mujeres negras de Honduras).

Niña en el centro Natalie Johnsson para afectados e infectados de VIH/Sida

De allí nos fuimos a Ceiba, la tercera ciudad más grande de Honduras. Estuvimos en todo momento arropados por el personal de la Casa Ixchel, casa refugio para mujeres en grave peligro por violencia doméstica. Pudimos hablar con ellas, con las capacitadoras voluntarias de las comunidades en temas de violencia doméstica, VIH/Sida y embarazos en adolescentes. Tuvimos la suerte de conocer a esas mujeres que se han hecho un poquito más fuertes y autosuficientes durante su estancia en la Casa Ixchel; de charlar con afectados de VIH y cómo viven su situación en Honduras, pasando por los estigmas, la discriminación y los peligros, y de que el doctor Sergio Flores, director del Centro de Atención Integral para pacientes con VIH compartiera su visión de la educación con nosotros; así como comprobar hasta qué punto los jóvenes hondureños están sensibilizados y solidarizados con la situación de su país.

Vistas de las calles de Ceiba

Bolivia.

1 grado. El frío se nos mete en los huesos y no quiere salir, pero se olvida cuando bajamos desde el aeropuerto de El Alto hasta La Paz viendo cómo ha crecido una ciudad en las laderas de una montaña. La Paz, siempre vigilada por el Illimani, nos envuelve. El soroche nos da dolor de cabeza pero todo se atenúa un poco con los cuidados de David Lanza (siempre gracias por su trato), ibuprofenos y mate de coca. Comienza nuestra aventura.

Vistas de La Paz desde la carretera que baja de El Alto

Visitamos el Lago Titicaca y la Isla del Sol en un viaje en el que conseguimos entrar 7 personas en un taxi normal, es decir, de 5 plazas. Las vistas son impresionantes, y más al atardecer. No se ve el fin, es como si nos encontráramos ante un océano en lugar de un lago, lago que acaba en Perú.

El Lago Titicaca

Visitamos los proyectos de medicusmundi madrid en la zona del Beni (Rurrenabaque), cómo se ha conseguido llevar agua a las comunidades más alejadas y se han podido construir letrinas en las escuelas; conocimos la selva amazónica en Madidi y comprobamos que los hebreos estaban por todas partes.

Posta de Salud de Ratije

Volvimos a La Paz para perdernos en sus calles e intentar sobrevivir al tráfico infernal amenizado por personas disfrazadas de cebra que enseñan a cruzar las calles.

Cebras que te enseñan a cruzar en La Paz

Visitamos la ciudad colonial de Potosí, la Casa de la Moneda y las minas de Cerro Rico, en explotación desde 1651, cuyos mineros tienen una esperanza de vida de 35 años y mascan coca sin parar, a 45 grados en el interior de la mina.

Una cholita con pollera (vestimenta típica)

Nos asombramos con el Salar de Uyuni: no hay palabras que lo describan - mejor una foto-. Y nos volvimos cargados de artesanía e historias, unas graciosas, otras no tanto y de experiencias que los bolivianos (austeros, amables y honrados) han querido compartir con nosotros.

El Salar de Uyuni

Dos viajes de los que merece la pena el cansancio, las caminatas, el calor o el frío, las horas de viaje en coches demasiado pequeños o con poco espacio. Porque las experiencias y el intercambio, no tienen precio.