Cuando entras en el Thyssen un sábado por la tarde (aunque medio Madrid esté de vacaciones) te encuentras con gente por todas partes y te preguntas ¿Por qué?. Pero merece la pena. Las salas que albergan la exposición temporal de Antonio López están abarrotadas de gente, pocos turistas y mucho español. Producto nacional.
El recorrido de la exposición hace que te termine gustando inevitablemente la obra de este artista español nacido en Tomelloso. Y digo inevitablemente porque están hechas con un cuidado y una elegancia de la que pocos pueden presumir.
Personalmente, sólo conocía la parte de paisajes de Madrid, sobre todo desde que el año pasado saltara como noticia que Antonio López se situó en plena Plaza de Sol (y en agosto), para pintar un paisaje de esta zona de la ciudad. Desde entonces pensaba que bien, paisajes muy realistas y muy conseguidos pero poco más. Ésta exposición hace un recorrido por su obra, desde los retratos de su familia, pasando por una serie (que él nunca pretendió que fuera una serie) de la Gran Vía, hasta bodegones. Incluida escultura. Gracias a ella me he dado cuenta de que hay mucho más por ver.
Gran Vía, 1974-1981. Óleo sobre tabla. Colección privada. (Parte de una serie de pinturas de la Gran Vía que retomará años después)
El realismo no está reñido con el sentimiento, y sobre todo, con la paciencia y perfección que consigue en sus obras. El que pasa por la exposición se mueve entre paisajes realistas, dibujo, y esculturas y desnudos tan elegantes como conseguidos. Él nunca considera una obra acabada, siempre está en proceso, por eso, en algún caso, después de haberlas expuesto las retoca y consigue un acabado todavía mejor si se puede. Por ello, sus obras están vivas durante años hasta que las da por terminadas. Los retratos de su hija, alguno con técnica dibujo a lápiz, son estáticos, mirada fija en el espectador, y no te deja indiferente. Por eso, el realismo y la técnica no están reñidas, en Antonio López, con el sentimiento.
María, 1972. Lápiz sobre papel adherido a tabla.Colección María López.
Merece la pena conocerlo, pararse en sus obras y examinarlas. Examinar el color, la composición, cómo va ampliando los soportes según va a haciendo falta porque la misma obra se lo pide. Merece la pena el documental que se proyecta casi al final de la exposición, donde el propio Antonio cuenta cómo es su proceso creativo y cómo llegan sus obras a ser lo que son. Ha llegado a lo que es después de muchos años, y el merecido reconocimiento viene, entre otras muchas cosas, a mi parecer, de su sencillez como persona. Y, dicho sea de paso, da gusto oírle hablar.
Hombre y mujer, 1968-1994. Madera policromadaMuseo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Parece que tiene creatividad y ganas para rato. Esperemos poder seguir disfrutando de sus obras y de exposiciones como ésta: de su sensibilidad, elegancia y sencillez.
A mí me gustaron mucho sus dibujos a lapiz. Y también las esculturas, las dos que tu señalas, y otra de un hombre tumbado que creo que tiene mucha fuerza. La serie sobre la Gran Vía también tiene fuerza, aunque dan la impresión de ser provisionales, de estar inacabados. Una exposición que merece la pena.
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